5 de noviembre de 2011

Sal de mis sueños y entra en mi cama.

Cómo deseaba que las miradas que cruzábamos me infundieran el valor suficiente para aventurarme a deslizar un dedo por sus labios, detenerlo sobre el inferior y luego comenzar a besarle introduciendo la lengua muy despacio en su boca. Y tocarle la suya, inquieta y fiera capaz de sentir cosas tan retorcidas. Y sentirle estremecerse, agitando aquellos pensamientos antipáticos que siempre se le ocurrían. Quería meterme en su boca, dejar que mi lengua domesticara la suya, que se convirtiera en fuego desatado y, en nuestra lucha a muerte, dejar que su lengua buscara la mía.


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